sábado, 10 de abril de 2010

TARAPACÁ: REGIÓN EN CONFLICTO (1911-1929)


TARAPACÁ: REGIÓN EN CONFLICTO (1911-1929)
Sergio González Miranda*
Este artículo abordará el problema social, con consecuencias internacionales y regionales, que se generó en los territorios peruanos ocupados por Chile después de terminada la Guerra del Pacífico, según los acuerdos del Tratado de Ancón. Se analiza especialmente el caso de la provincia de Tarapacá.
Dicho problema social tuvo fundamentalmente dos períodos en Tarapacá.: uno, entre 1883 y 1910, de tolerancia cultural e internacionalismo obrero; dos, entre 1911 y 1929, de chilenización violenta y nacionalismo generalizado. El artículo se centrará en este segundo período por el conflicto interno y externo que provocó la acción nacionalista contra la población regional de origen peruano. Se analizará específicamente el rol desempeñado por la Ligas Patrióticas chilenas y el drama social de los refugiados tarapaqueños en el Callao-Perú, especialmente sus problemas de identidad regional.
Como las provincias de Arica y Tacna han sido tratadas por investigaciones historiográficas peruanas, se prefirió concentrar el estudio sólo en la provincia de Tarapacá. Se analizarán los cambios territoriales y culturales vividos por esta provincia durante el proceso de chilenización, específicamente se discutirá el paso de una región pluriétnica y multinacional a una región asimilada al Estado-Nación chileno, especialmente la desaparición de la identidad regional “tarapaqueña”.
INTRODUCCIÓN
La guerra del Pacífico cambió el mapa de Sudamérica a partir de 1883: Bolivia perdió la provincia de Antofagasta y de paso su litoral; Perú por su parte entregó a Chile la provincia de Tarapacá en forma incondicional y perpetua, y por un lapso de diez años (que se alargaron a nada menos que a 45 años) las provincias de Arica y Tacna. Chile definió su frontera norte en el río Sama e incorporó a Tarata, sin estar ésta considerada en el Tratado de Ancón, es decir, aumentó temporalmente su territorio aproximadamente en un tercio.
El cambio de soberanía de un territorio no es un problema meramente político-administrativo, sino fundamentalmente social y cultural, especialmente en los territorios donde la población originaria es numerosa y/o mayoritaria, como en Tacna, Arica y Tarapacá (1) una vez concluida la guerra del salitre.
Antofagasta antes de la guerra, estaba habitada mayoritariamente por chilenos, especialmente en la costa(2). Por ende, el paso de la soberanía boliviana a la chilena no fue tan extraña para los habitantes de Antofagasta. El conflicto de nacionalidades se había vivido años antes (Pinto y Valdivia; 1984).
Tacna estuvo 45 años en posesión chilena, dejando una huella menos profunda de lo que se pudiera pensar después de conocer el proceso de chilenización violenta ejercido en esa provincia (Palacios; 1974). Por el contrario, Arica fue completamente chilenizada y escindida de su gemela Tacna con la cual mantenía una relación complementaria y mutuamente necesaria, como la que suelen tener los valles con los puertos de embarque. A esta separación se le agrega la anexión de la provincia de Arica a la de Tarapacá, generando para ambas una larga tensión interna que la nueva región resultante ha vivido conflictivamente hasta nuestros días. La separación histórica de la provincia de Arica con la de Tarapacá, ha sido definida geográficamente por la profunda quebrada de Camarones que tiene raíces precolombinas (Arévalo, P. 1993) y culturales (3). En este contexto, Arica quedó además, excluida del ciclo del salitre, involucrando solamente a Tarapacá y Antofagasta (Bermúdez, O. 1966).
Es curioso que desde 1883 y hasta diez años después momento en el cual debería realizarse el plebiscito por el destino de Tacna y Arica hubo un proceso pacífico de coexistencia de peruanos y chilenos (Blackmore; 1991:13-127), pudiéndose alargar ese período incluso hasta el centenario de la República, durante el cual se levantan voces nacionalistas vinculadas a la cuestión social(4), pero que, en Tarapacá, a partir del incidente del consulado chileno en el Callao (Basadre; 1968:165) se orienta a la cuestión internacional. A partir de ese momento, comenzó el proceso de chilenización violenta, provocando un cambio cultural significativo en la provincia, tanto por el carácter hegemónico del Estado-Nación (Góngora; 1990) chileno como por el movimiento anti-hegemónico peruano, representado por diversos grupos sociales tales como maestros, curas, empresarios, etc. Esta hipótesis sobre el proceso de chilenización en Tarapacá se aproxima a la hipótesis que algunos autores peruanos tienen para el caso de Arica-Tacna, V. gr. “afirmar que la conducta de Chile en las provincias de Tacna y Arica a lo largo del cautiverio siguió una línea uniforme, es apartarse sensiblemente de la verdad. No; en este proceso denominado de la chilenización se descubren, al menos así lo vemos nosotros, dos etapas con características claramente definidas. Una que se inicia desde el momento mismo de la ocupación legal (en virtud de la cláusula entera del tratado de Ancón) y que llegó hasta fines del XIX; y otra que empieza a comienzos de este siglo, después del rechazo del protocolo de Billinghurst-Latorre por la Cámara de Diputados de aquel país, y que perduró hasta 1929 en que se soluciona definitivamente el problema.” (Palacios; 1974:55)
TARAPACÁ: EL DIOS CAUTIVO
La anexión de Tarapacá para Chile fue entendida como soberana, en cambio para Perú fue entendida como cautiverio. De todos modos, para ambos países, el status de Tarapacá era mucho más claro y definido que el de Arica y Tacna; sin embargo, Chile debía resolver el problema de una región cuya población de nacionalidad peruana y boliviana sumadas, era mayoritaria.
Ya en el período chileno, según censos ordenados por los jefes políticos de la provincia, las cifras de trabajadores difieren de las cifras de población, por ejemplo, en agosto de 1889 la composición fue la siguiente: 7.648 chilenos, 1.233 peruanos y 2.806 bolivianos (Diario Oficial de Chile).
Sumado a lo anterior, las salitreras al ser extensivas en mano de obra, demandaron durante todo el ciclo económico de trabajadores chilenos, peruanos y bolivianos, especialmente a través de enganches, provocando permanentemente conflictos: en los momentos de auge salitrero, competencia entre los patrones por obtener mano de obra, y en los momentos de crisis, competencia entre los trabajadores por obtener puestos de trabajo. En tiempos de crisis son recurrentes las denuncias de trabajadores chilenos a administradores peruanos de favorecer a sus connacionales. Estas denuncias fueron utilizadas por las Ligas Patrióticas como argumentos para expulsar a ciudadanos peruanos.
Antes de terminada la guerra, rápidamente se restableció el orden social y económico en Tarapacá, ya a fines de 1879 la mayoría de las oficinas salitreras estaban trabajando y exportando salitre. También continuaron editándose periódicos y funcionando colegios peruanos, donde la bandera de ese país ondeaba en edificios y casas particulares, las festividades patrias del 28 julio en la pampa salitrera era motivo de paralización de faenas. También siguieron ejerciendo su magisterio curas peruanos, especialmente en los valles interiores. El club peruano seguía siendo un lugar de reunión social muy importante para la sociedad Tarapaqueña y, por cierto, las familias adineradas de esa nacionalidad influían en lo social y cultural de la provincia, más aún si estaban emparentadas con súbditos británicos. Sólo para el caso de la ciudad de Iquique: existían dos Logias Masónicas para 1907 dependientes del Gran Oriente del Perú.
En dicha época los obreros se organizaban en mutuales buscando una protección social y laboral, una de ellas se llamaba “Peruana de Socorros Mutuos”. La aristocracia local a su vez lo hacía en Clubes o Filarmónicas, uno de esos clubes sociales era el “Peruano”. Pero no solamente existía este Club social entre los grupos de poder de la provincia, había un club de fútbol llamado “Peruvian”. Por cierto, la colonia peruana tenía un diario denominado “El Norte” cuyo redactor era don Felipe Revoredo y un periódico “La Voz del Perú” de propiedad de don Santiago Méndez. También existió un influyente círculo literario denominado “El Ateneo” donde participaban importantes miembros de la colonia peruana, entre los cuales se destacó don Guillermo Billinghurst, quien fuera alcalde de Lima y posteriormente presidente de la República del Perú. Las damas peruanas tenían su propia Sociedad, que se llamaba “Sociedad Peruana de Señoras y Socorros Mutuos”, quienes hasta 1907 realizaban bailes y juegos para las fiestas patrias del Perú sin restricciones municipales. Para 1907 la colonia peruana de Iquique tenía un colegio de niños, que funcionaba en los altos de la Bomba Peruana N° 10; así también en los valles interiores funcionaban colegios particulares con maestros o maestras de origen peruano (González; 1997).
Al confundirse la cuestión social con la cuestión nacional en Tarapacá, el nacionalismo y el símbolo patrio (González; 1995) encontraron un lugar más propicio para asentarse en la sociedad civil Tarapaqueña. Entre los primeros efectos observados fueron la desaparición de las mancomunales (1910), que fue el principal movimiento obrero internacionalista de la época y la expulsión por las Ligas Patrióticas (1911) de los primeros tarapaqueños de origen peruano. La violencia producto de la rápida chilenización en este período llevó al gobierno del Perú a romper relaciones diplomáticas con Chile en marzo de 1911, cuyo motivo específico fue la expulsión de los curas peruanos de Arica y Tacna. Expulsión de la que no es ajeno el Vicariato Castrense chileno con sede en Arica y Tacna y creado en 1904.
Variados acontecimientos marcaron la violencia hacia 1911 y años posteriores. Ese año desapareció el periódico “La Voz del Perú” y la Escuela para niños peruanos en Iquique. También se clausuraron las primeras escuelas particulares en los valles interiores y se atacaron a los Clubes sociales y comercio peruanos en Iquique y Pisagua.
Se fundó la Sociedad “La Mano Negra” el 3 1 de mayo de 1911. Y comenzó la aparición de periódicos patrióticos que hostigaron a la población de origen peruano, con el propósito de obligarlos a marcharse de la provincia. Periódicos como: El Corvo, El Ajicito, La Liga Patriótica, El Chileno, El Roto Chileno, El Eco Patrio, El Lucas Gómez.
Esto llevó a una resistencia activa por parte de la población de origen peruano, especialmente aquella que se podría definir de ilustrada: curas, empresarios y maestros. Pocos son los casos de obreros acusados de nacionalistas o de instigadores, pero no por ello estuvieron al margen de la persecución, especialmente en los años de crisis económica salitrera cuando fueron el principal blanco de la repatriación. Un grupo organizado de tarapaqueños en Lima, liderado por Ezequiel Ossio, llegaron a presentar un Memorial al presidente de los Estados Unidos, país mediador en el conflicto diplomático entre Perú y Chile por las provincias en litigio. Los tarapaqueños que se resistieron en sus pueblos, valles o campamentos a la xenofobia de grupos nacionalistas chilenos lo hicieron más bien por defensa de una identidad local o regional que nacional; lucharon más por ser tarapaqueños que peruanos. En ese regionalismo, los tarapaqueños refugiados en el Perú, especialmente en el Callao donde llegó el grueso de los expulsados, ha seguido identificándoles hasta nuestros días.(5)
EL REGIONALISMO DE LOS REFUGIADOS DEL CALLAO-PERÚ
Tarapacá fue denominada insistentemente “provincia cautiva” por los discursos del Presidente Leguía y otros políticos peruanos de la época. En los principales libros de investigadores peruanos sobre el conflicto chileno-peruano, a Tarapacá se le conoce por ese nombre. El libro de registro civil de Lima donde se inscribieron los refugiados sin documentación en regla, se le conoce como de “las cautivas de Tarapacá”. Sin embargo, previo al acuerdo del 1929, ese término desaparece de los discursos oficiales, y Tarapacá quedó notoriamente fuera de toda reivindicación peruana, centrándose el interés sólo por Arica-Tacna, reconociendo de ese modo los términos del Tratado de Ancón que en su artículo 2 dejaba bajo soberanía chilena a perpetuidad, la provincia de Tarapacá.
El más duradero de los cautiverios ha estado en la mente de los propios tarapaqueños refugiados que, a pesar de los años, no olvidan su identidad forjada en el siglo pasado y comienzos de éste en la pampa del Tamarugal y en la costa salina de Tarapacá. Como el regionalismo es un sentimiento, la idea, la imagen de Tarapacá, se transformó en una obsesión, en una fe, la “patria chica” como ellos le llamaban y le llaman aún se endiosa y se transforma en un motivo cotidiano de vivir.
Lima, y específicamente el Callao, fue el destino escogido por los refugiados de Tarapacá, pero también otros lugares del Perú como Moliendo y Arequipa. Aquellos se hallaron ubicados en cines, manicomios, escuelas, verdaderos albergues provisorios que se tornaron permanentes por la falta de empleo, generando una nueva frustración en los refugiados. Enfrentados a este problema y al convencimiento que Tarapacá no sería devuelto al Perú, el gobierno de A. Leguía decretó la Ley N° 5443 del 13 de marzo de 1926, que concedió terrenos de 300 metros cuadrados a las familias de tarapaqueños pobres. Una vez realizado el empadronamiento de aproximadamente 418 lotes, se adquirió el 18 de julio de 1929 (aprovechando tal vez los recursos provenientes del propio tratado con Chile), el fundo “La Chalaca” ubicado en el Callao. Recién en 1948 se autorizó a los tarapaqueños a ocupar sus lotes (6). De éstos emergió la Urbanización Tarapacá. La cantidad de repatriados que llegaron a Lima-Callao varía según la fuente: según el diario La Voz del Sur fueron 13.000 (31 de marzo de 1921) y El Tarapaqueño del Callao anuncia 40.000 (21 de octubre de 1971).
En la urbanización “Tarapacá”, están todavía los refugiados, a más de setenta años de las últimas expulsiones haciendo reuniones, conmemorando fechas, realizando bailes a beneficio como en las viejas mutuales, y recordando una tierra que ni siquiera algunos conocen. Sin embargo, el “ser tarapaqueño” los hace distintos en el Callao, diferentes en Lima, doblemente peruanos en el Perú y un poco chilenos en la intimidad familiar.
Allí están las calles con sus nombres tarapaqueños, Iquique, Canchones, Huara, etc., un espacio virtual de la provincia que sus abuelos, sus padres o ellos mismos, cuando niños, abandonaron un día, pero que nunca la dejaron del todo.
Como las razones de la expulsión-partida fue una mezcla de razones patrióticas y motivos económicos, posiblemente ello mismo exacerbó el sentimiento asociado al regionalismo y avivó la llama de la identidad tarapaqueña, resistiéndose y complementándose a otras identidades a nivel meso como la de ser “chalaco” (Callao) o Limeño. Quizás podríamos decir -como BenedictAnderson se refirió a las comunidades que originaron el nacionalismo- (Anderson; 1993) que los tarapaqueños del Callao “imaginaron” y continúan imaginándose una región que ya no existe en el territorio que abandonaron un día, pero en cambio han construido una comunidad que es real, posee identidad, organización, son todavía un movimiento social que se diferencia de todas las demás comunidades que conforman la sociedad peruana contemporánea. En otras palabras, los tarapaqueños del Callao son una comunidad real, con un sentimiento regionalista de gran profundidad histórica, construido en base a una región imaginada. Recorrer las calles de la urbanización Tarapacá es recordar; cada calle tiene el nombre de un pueblo, de un valle, de un toponimio tarapaqueño. La mayoría de los vecinos tienen raíces y tienen dolores que vienen de Tarapacá, pues dejaron familiares, dejaron pertenencias, dejaron vivencias, dejaron lo que no querían dejar, sus hogares, sus amigos. Ya por la cruz de alquitrán, pintadas en las puertas por las Ligas Patrióticas, ya por sus propios temores o por la crisis, y aprovechando las facilidades de transporte (vapores) entregados por el consulado peruano en Iquique y Pisagua, miles iniciaron una marcha que para la mayoría fue sin retorno.
Con ello se fue una imagen de región: el Tarapacá del ciclo salitrero, pero si entendemos a la región como un espacio socialmente construido (Boisier; 1989 y 1990) y al regionalismo como un sentimiento, Tarapacá ha sido en su acontecer histórico producto de diversos constructos culturales y tenido distintos sentimientos asociados a ellos. El Tarapacá de nuestros días no es igual a aquel de los tiempos de la Conquista y Colonia cuando pertenecía a Arequipa, tampoco al Tarapacá peruano que formaba parte del Departamento de Moquegua, incluso ya poco queda del Tarapacá salitrero que se hermanaba con Antofagasta y Taltal.
La región así entendida, como un artefacto histórico y cultural, tiene un espacio funcional que es simétrico con el espacio de pertenencia territorial del sujeto, aquel espacio que define su identidad a nivel meso como: tarapaqueño, nortino, etc. Por tanto, la región más que un territorio es una percepción, una identidad.
Dicha percepción, dicha identidad, puede viajar con el sujeto a cualquier territorio porque está internalizada en su personalidad. Esa identidad llevó a los tarapaqueños a fundar en pleno centro de Santiago el famoso “Centro Hijos de Tarapacá”, como los tarapaqueños del Callao fundaron “La Sociedad Patriótica Tarapaqueña”.
Interesante es observar como en el caso de la identidad Tarapaqueña, tanto aquellos habitantes de origen peruano como de origen chileno, enfrentaron su identidad conflictivamente con la identidad nacional, por ejemplo, para los limeños el habla y las costumbres de los tarapaqueños del Callao eran “muy chilenas” (7); de igual modo, los tarapaqueños chilenos más de alguna vez han sido motejados de “cholos” por los santiaguinos.
Tarapacá entre 1830-1910 se distinguió por ser una región contenedora de migraciones venidas de los tres países vecinos y de todas las latitudes del mundo, pero también se caracterizó por una gran tolerancia étnica y de distintas nacionalidades, como por la existencia de organizaciones obreras y patronales internacionalistas, y la existencia de clubes sociales, escuelas e incluso curas peruanos y de otras nacionalidades. Tarapacá fue una región pluriétnica y plurinacional, rasgo que definió el carácter y personalidad del tarapaqueño de ese período. La Liga Patriótica (González y otros; 1994) y el clima nacionalista generado en la provincia, enfrentado a un siempre amenazador plebiscito por Arica-Tacna y por el siempre aludido “cautiverio” de Tarapacá, generó una ruptura definitiva en la percepción de la región.
Esa ruptura provocada en 191 1 por la acción del Estado chileno (a través de sus aparatos ideológicos, como la administración pública y la escuela fiscal) y la acción de la sociedad civil (a través de ciertos grupos organizados, como las Ligas Patrióticas), se prolongó hasta 1929, cuando un acuerdo entre ambos países dio por resultado un Tratado que, además de poner punto final al conflicto internacional entre ambos, terminó con el conflicto interno en Tacna, Arica y Tarapacá. En 1929 Tarapacá ya no era la misma provincia de 1911, se había transformado en una región chilena homogeneizada y asimilada a la identidad nacional, su multiculturalidad quedó oculta en ciertas identidades locales, esparcidas en la región y fuera de ella, una es la de los tarapaqueños del Callao en Perú.

BIBLIOGRAFÍA
Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Edit. F.C.E.; México, 1993.
Arévalo, Patricia. Valle de Camarones: frontera sur en la percepción de un espacio funcional andino. Revista Frontera N° 12, UFRO; Temuco, 1993. pp. 109-120.
Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú, 1822-1933. Talleres Litográficos de la Edit. Universitaria, S.A.; Lima, 1968.
Bermúdez, Oscar. El salitre de Tarapacá y Antofagasta durante la ocupación chilena. En Anales de la Universidad del Norte, N° 5; Antofagasta, 1966.
Boisier, Sergio. La construcción social de las regiones: una tarea de todos. En Desarrollo Regional: Tarea Nacional. Ediciones Universidad de La Frontera; Temuco, 1989. pp.35-48.
--- Palimpsesto de las regiones como espacios socialmente construidos. En Territorio, descentralización y desarrollo regional en Chile. Edit. Pehuén, CEAL; Santiago, 1990. pp.23-62.
Góngora, Mario. Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX Editorial Universitaria; Santiago, 1990.
González Miranda, Sergio. Profesoras Peruanistas y Chilenizadoras en el Tarapacá Pre-Plebiscitario. En Boletín de Educación N° 28 Universidad Católica del Norte; Antofagasta, 1997. pp. 85-105.
--- El Poder del Símbolo en la chilenización de Tarapacá: violencia y nacionalismo entre 1907 y 1950. Revista de Ciencias Sociales N° 5, Universidad Arturo Prat,; Iquique, 1995. pp. 29-40.
González, Sergio; Maldonado, Carlos; Mac Gee, Sandra. Ligas Patrióticas. Un caso de nacionalismo, xenofobia y lucha social en Chile. Canadian Review of Studies in Nationalism, Vol XXI, N° 1-2; Canadá, 1994. pp. 44-56.
Palacios Rodríguez, Raúl. La chilenización de Tacna y Arica. 1883-1929. Colección Perú Historia. Edit. Arica; Lima, 1974.
Pereda, Rolando. Historia de las luchas sociales del movimiento obrero en el Perú Republicano. 1858-1917. EDIMSSA; Lima, 1982.
Pinto V., Julio y Valdivia O., Verónica. Peones chilenos en tierras bolivianas: la presencia laboral chilena. Antofagasta. 1840-1879. Población y Sociedad, diciembre, Nº2; 1984. pp. 103-132.
Troncoso De La Fuente, Rosa. La migración de los tarapaqueños peruanos a Lima: 1907-1920. Pontificia Universidad Católica del Perú, Mimeo; Lima, 1986.

NOTAS
* Sociólogo. Universidad Arturo Prat. Correo electrónico: sergio.gonzalez@unap.cl.

(1) El censo de 1876 destaca 33 naciónalidades reconocidas y el censo .de 1907 34 nacionalidades declaradas. Según el censo peruano de 1876, en la Provincia de Tarapacá hablan 38225 personas, de las cuales 9.664 eran de nacionalidad chilena (25,3%); 17.013 de nacionalidad peruana (44,5%) y 6.028 de nacionalidad boliviana (15,8%). Según el censo de 1907, los habitantes de la provincia eran 110036, de los cuales 66262 eran chilenos (60,2%); 23.574 (21,4%) peruanos, y 12.528 bolivianos (11,4%).

(2) El puerto más importante, Antofagasta, estaba completamente chilenizado como -a la inversa- el puerto de Cobija y Calama (en el interior de la provincia) eran predominantemente bolivianos.

(3) Existe una diferencia étnica entre los aymaras de la provincia de Arica y de la provincia de Iquique, teniendo por frontera linguistica a Guallatire, poblado andino-altiplánico, cabecera del valle de Camarones.

(4) Fueron los casos de Francisco A. Encina, Luis E. Recabarren, Alejandro Venegas, Tancredo Pinochet, Luis Galdames, Nicolás Palacios, etc.

(5) Existen dos Sociedades Patrióticas de Tarapaqueños, una en El Callao y otra en Lima.

(6) El mejor y más completo estudio sobre la migración y situación de los tarapaqueños refugiados, es la tesis de grado de la historiadora peruana de origen tarapaqueño (Troncoso; 1986).

(7) Incluso Jorge Basadre en su Historia del Perú relata una anécdota del presidente Billinghurst respecto de su «chilenismo».

2 comentarios:

. dijo...

CENTRO HIJOS DE TARAPACA CHILE
Esta realizando su nueva Revista y requiere de colaboradores para su contenido, envia fotos, prensa, relatos etc.
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Soledad Olivera Pinto dijo...

Hola, mi abuelita nació en Iquique, 1904, vivió en la urb Tarapacá, Callao. Su nombre María de las Nieves Centellas Cáceres, si hubiera forma de conocer algún familiar descendientes sería genial gracias.

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