EL PODER DE LOS GENTILES. Arte rupestre en el río Salado (Desierto de Atacama, Chile)
Victoria Castro / Francisco Gallardo
La precordillera del desierto de Atacama, en especial aquella abrupta franja por la que escurren las aguas que alimentan al río Loa, el único que en esta región alcanza el mar, presenta un paisaje que impresiona por su aridez. Mirado desde el aire, parece un manto rocoso y áspero surcado por profundas quebradas que bajan desde las altas cumbres de los Andes en dirección a la planicie desértica.
Este escenario imponente donde reina el silencio. Emplazado por encima de los 3.000 metros de latitud, su clima es seco, con días calurosos y noches muy frías. A primera vista, parece un ambiente hostil y sin embargo durante miles de años, ha sido habitado y domesticado por la gente andina.
Cientos de ruinas arqueológicas (1) dan testimonio de su pasado prehispánico. Hay aleros con basuras olvidadas por 7.000 años, restos de campamentos donde grupos de cazadores recolectores se cobijaron de las inclemencias del tiempo, conjuntos de habitaciones de piedra dispersas sobre vegas altoandinas que fueron ocupados en los primeros siglos de nuestra era por antiguos pastores de la región. Aldeas tardías que hacia los años 900 d. c., fueron habitadas por poblaciones altiplánicas, las que también construyeron extensos sistemas de andenería para el cultivo. Además minas de cobre y centros residenciales que estuvieron bajo el dominio del fino tejido político y religioso del imperio Inca.
La región del Salado, principal afluente del Loa, propone una prehistoria compleja, sometida a tensiones culturales provenientes de áreas vecinas como el Salar de Atacama, el altiplano Boliviano y el noroeste argentino. Plantea situaciones históricas diversas y cambiantes en los planos ecológicos, económico, político e ideológico. Este verdadero archivo arqueológico provoca innumerables preguntas, especialmente cuando indagamos acerca del arte rupestre, un terreno poco explorado, plagado de prejuicios y obviedades. Cientos de grabados y pinturas yacen sobre las rocas de las quebradas y en los aleros. Sabemos que están allí proporcionando una dimensión nueva al ambiente, generando una ruptura artificial sobre un continuo de naturaleza. Son lugares marcados por lugares indelebles, cuyos contenidos no son evidentes. Generalmente, los esfuerzos por penetrar, de intentar establecer algún tipo de comprensión, tiene necesariamente que reconocer el poder modelador (limitado y obscurecedor) de nuestras concepciones culturales, de nuestras formas del arte rupestre debe comenzar por darle crédito a las concepciones y categorías indígenas involucradas en la producción de este "arte". Debe reconocer que los "artistas" de cada cultura crean su propio lenguajes, construyendo sus obras en otros sentidos, marcándolos con materias diversas pero significativas. Las palabras, los gestos, las arcillas, las piedras, los metales, los pigmentos, los surcos (y otros tantos elementos cargados de significación) sirven de "materia prima" para la manufactura de mensajes "estéticos" suspendidos en redes de símbolos e ideologías, sometidos a los vaivenes del quehacer social, con sus intrigas políticas y sociales, prisioneros de trampas económicas y ecológicas.
Esta opción interpretativa supone un desplazamiento, un distanciamiento definitivo de la idea que el arte rupestre fue hecho para ser visto como una obra en un museo. Sobre este tema nos proponemos reflexionar en las líneas siguientes.
Ver el artículo completo...http://rupestreweb.tripod.com/poder.html 2002
Fuente:
Castro, Victoria y Gallardo, Francisco. EL PODER DE LOS GENTILES. ARTE RUPESTRE EN EL RIO SALADO. En Rupestre/web, http://rupestreweb.tripod.com/poder.html 2002
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